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Sandra Milena Hincapi, Estela Maldonado Duran y Estela Maldonado Duran
Según Blanco y Umayahara (2004, p. 26), la participación familiar en la educación implica "opi-
nar, tomar ciertas decisiones, proponer y disentir en los diversos espacios de la institución edu-
cativa". Por lo tanto, el acto de participar va más allá de simplemente asistir a reuniones
escolares, ofrecer contribuciones a las instituciones educativas o colaborar como voluntario en
la institución. En este sentido, las madres tienen la oportunidad de acercarse a las instituciones
y establecer un contacto directo con los profesores para comprender cómo pueden apoyar
mejor la educación de sus hijos, lo que no solo mejora las condiciones de vida de los niños,
sino que también contribuye significativamente a su proceso de aprendizaje.
La contribución de los padres o madres puede manifestarse de diversas maneras al brindar
apoyo a sus hijos en su educación. Según
Silinkas y Kikas (2019), los padres o cuidadores tienen
la posibilidad de completar tareas o deberes escolares junto a los niños, estableciendo un am-
biente propicio para el aprendizaje en el hogar. Por otro lado,
Benner et al. (2016) señalan que
los padres pueden desempeñar un papel activo al proporcionar estimulación y actividades de
enriquecimiento educativo, fomentando así el desarrollo integral de sus hijos más allá del aula.
Además, la colaboración en organizaciones de padres y maestros también es una forma de
participación importante, ya que fortalece la conexión entre la escuela y el hogar, promoviendo
un entorno educativo más sólido y beneficioso para los estudiantes.
Una de ellas implica establecer una estructura diaria que incluya tiempo dedicado al estudio y
la exploración, lo que se traduce en la creación de una rutina estable para los niños. Además,
en línea con estas estrategias de apoyo, es fundamental compartir la experiencia de la lectura
mediante la práctica de leer libros juntos y entablar conversaciones sobre las historias para cul-
tivar el amor por la lectura. Al mismo tiempo, al dialogar con los niños sobre una variedad de
temas, se logra ampliar su vocabulario y fomentar el desarrollo del pensamiento crítico, lo que
se conoce como "Conversaciones significativas". Estas prácticas, respaldadas por
Silinkas y Kikas
(2019) y Benner et al. (2016), refuerzan el papel fundamental de los padres en la educación y el
crecimiento integral de sus hijos.
Por otro lado, la conexión con la naturaleza puede ser un medio valioso para estimular la cu-
riosidad de los niños, al explorar el entorno a través de salidas al aire libre. La participación
activa se extiende a realizar actividades prácticas, como cocinar, medir y construir en conjunto,
lo que permite aplicar conceptos matemáticos y científicos en situaciones reales. Además, se
puede fomentar la expresión artística al involucrar a los niños en actividades como el dibujo, la
pintura y las manualidades. El apoyo en las tareas escolares cuando sea necesario promueve
la autonomía del niño, y la supervisión y selección de recursos educativos en línea también for-
man parte del proceso. Todas estas acciones concretas por parte de los padres contribuyen
significativamente a la educación y el crecimiento integral de los niños.
Rol fundamental de la participación educativa en el rendimiento académico
Desde nuestro punto de vista, la participación educativa ejerce un impacto significativo en el
rendimiento académico de los estudiantes. Según el estudio de
Topor et al. (2010), se concluye