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Editorial
Editorial
El objeto de estudio: Núcleo epistemológico de toda investigación científica
En el corazón de toda empresa investigativa se encuentra un elemento esencial que determina
su rumbo, profundidad y pertinencia: el objeto de estudio. Definirlo no es un acto trivial; por el
contrario, representa una operación epistemológica decisiva, ya que constituye la delimitación
del fragmento de la realidad que se desea conocer (Tamayo y Tamayo, 2006). Este elemento
articula las preguntas, objetivos, categorías teóricas y métodos de una investigación, y su ade-
cuada formulación impacta directamente en la validez del conocimiento producido.
Desde el pensamiento clásico hasta las epistemologías contemporáneas, el objeto de estudio
ha sido concebido de múltiples maneras. Según Bunge (2000), toda investigación científica
debe partir de la identificación precisa del problema o fenómeno a estudiar, sobre la base de
un marco conceptual riguroso y coherente. Esta precisión exige distinguir entre lo empírico-
observable y lo teórico-explicable, y requiere una actitud crítica que evite asumir los objetos
como dados.
En la práctica científica actual, especialmente en las ciencias sociales y humanas, el objeto de
estudio no solo se construye, sino que también se reinterpreta constantemente en función de
contextos dinámicos. Morin (1990) sostiene que todo objeto de conocimiento es en sí mismo
complejo, enredado con múltiples dimensiones de la realidad, y no reducible a una sola variable
o causa. Esta visión compleja exige que el investigador supere visiones reduccionistas y adopte
una lógica transdisciplinaria.
De Sousa Santos (2009) plantea que la ciencia debe reaprender a escuchar los objetos desde
una perspectiva plural, reconociendo las múltiples formas de saber que dialogan con las reali-
dades sociales. Así, el objeto de estudio no es simplemente un fenómeno a investigar, sino una
construcción teórica con implicaciones éticas, políticas y culturales.
Las perspectivas hermenéuticas y críticas complementan esta visión. Gadamer (1997) destaca
el carácter interpretativo del conocimiento, que se ancla en horizontes históricos y lingüísticos
del investigador y de la realidad estudiada. En la misma línea, Habermas (1987) advierte sobre
la necesidad de situar los objetos de estudio en los contextos de acción comunicativa, recono-
ciendo las relaciones de poder, dominación y consenso que atraviesan toda práctica científica.
Metodológicamente, Hernández, Fernández y Baptista (2014) recomiendan que el objeto de
estudio se defina de manera clara, delimitando variables o dimensiones específicas que puedan
observarse, medirse o interpretarse, según el enfoque adoptado. Esta claridad no implica rigi-
dez, sino que debe coexistir con la flexibilidad interpretativa que requiere todo proceso inves-
tigativo auténtico. Guba & Lincoln (1994) argumentan que los objetos de estudio en las ciencias
sociales son construidos intersubjetivamente, y su comprensión demanda diálogo y negociación
entre los actores implicados en la investigación.
Por último, Lakatos (1978) y Kuhn (1962) coinciden en que la ciencia progresa a partir de rede-
finiciones de los objetos de estudio, condicionadas por cambios paradigmáticos, programas
de investigación y contextos sociales. En este sentido, las revistas científicas, como espacios de
Revista Digital de Investigación y Postgrado, 6(12), 19-21
ISSN Electrónico: 2665-038X