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dad, pero alcanza su mayor relevancia en la actividad empresarial y en la última mitad del siglo
anterior. Destacan varios autores reconocidos internacionalmente, quienes hacen énfasis en
determinados aspectos como citados por Becerra et al. (2018, p.s.n):
la calidad como valor (Feigenbaum, 1951; Abbot, 1955), la calidad como conformidad
con las especificaciones (Levitt,1972; Gilmore, 1974), la calidad como cumplimiento de
los requisitos (Crosby, 1979), la calidad como adecuación al uso (Juran y Gryna, 1988),
uniformidad y confiabilidad (Deming, 1989).
Según Horruitiner (2007) el concepto de calidad se utiliza para definir un conjunto de cualidades
del objeto de estudio —en este caso el proceso de formación— previamente establecido, que
se constituye en un patrón contra el cual se hacen evaluaciones periódicas de dicho proceso.
Los indicadores de calidad son instrumentos de medición, de carácter tangible y cuantificable,
que permiten evaluar la calidad de los procesos, productos y servicios para asegurar la satis-
facción de los clientes. Dicho de otro modo, miden el nivel de cumplimiento de las especifica-
ciones establecidas para una determinada actividad o proceso empresarial.
En educación los indicadores cumplen funciones informativas, evaluativas y de producción de
conocimiento. Lo que se puede medir se puede comprender mejor y lo que mejor se com-
prende se puede mejorar. Las instituciones educativas más competitivas son las que están en
capacidad de innovar a nivel técnico y organizacional, mantener su visión emprendedora, en
la búsqueda constante de mejorar sus procesos, creciente estandarización, lo cual se logra me-
diante una buena gestión administrativa. Todo ello se deriva de la búsqueda de soluciones ante
la crítica situación por la que atraviesan, lo cual procede de la falta de innovación en productos
y procesos, llegando solo a sostenerse en el mercado estando a la defensiva, pero sin progresos
o crecimiento significativo.
A nivel internacional, la universidad del nuevo siglo debe enfrentar retos importantes ante los
continuos cambios y crecientes rupturas paradigmáticas que suceden de manera continua en
todas las áreas del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Es decir, se busca garantizar e in-
crementar sustancialmente los recursos actuales y potenciales del conocimiento, determinando
una relación entre la educación superior y toda la sociedad en su conjunto.
A nivel nacional, hay consenso general sobre la necesidad de evaluar y acreditar establecimien-
tos y programas de educación superior en particular en cuanto al tipo, alcance y características
de la docencia como manera efectiva de garantizar la calidad y cautelar la fe pública (Consejo
Superior de las Universidades Privadas, COSUP, 2000, p. 2). En tal caso la UNAN -Managua,
como una institución comprometida con la calidad de la educación superior y la formación
pertinente de sus estudiantes, ha estado inmersa en diferentes procesos, entre ellos, la Autoe-
valuación Institucional con fines de mejora, el Plan de Mejora Institucional, el Proceso de Veri-
ficación de Mínimos de Calidad y proceso de acreditación internacional, Consejo de Evaluación
y Acreditación Internacional (CEAI) de la Unión de Universidades de América latina y el Caribe